27 set. 2007

¡...FUE DE NOCHE, ...Y TERRORÍFICO...!!

Esto sucedió hace poco y aunque parezca arrancado de una película de Alfred Hitchcock, hay testigos que aseguran que la historia es verídica. El lugar de los hechos fue la angosta carretera de Laollaga-Ixtepec, pasando por el puente de la autopista La ventosa- Salinacruz, conocida por las altas velocidades que alcanza el viento (hasta 120 km/hr) siendo un lugar seco donde rara vez llueve (la precipitación media anual esta entre los 600 mm). Un hombre estaba parado a la orilla de la carretera esperando a algún conductor con alma caritativa que lo llevara hasta el próximo pueblo, en medio de una oscura y tenebrosa noche, mientras caía un torrencial y nada acostumbrado aguacero. Transcurrió un rato y nadie pasaba por allí. La lluvia era tan fuerte que apenas se alcanzaba ver a unos centímetros de distancia. De repente, el hombre vio como un automóvil totalmente negro se acercaba lentamente, casi sin ruido se detuvo cerca de él. El caminante, sin vacilar por lo precaria de su situación, se subió al auto y cerró la puerta. Al observar el interior se dio cuenta, con asombro y horror, que nadie iba en el lugar del conductor. El vehículo, se empezó a mover suavemente. El hombre miró al frente, hacia la carretera, y vio con terror que se dirigían hacia una curva muy cerrada que terminaba en un profundo precipicio. Asustado y advirtiendo su trágico destino, comenzó a rezar implorando al Todopoderoso por su salvación. El sujeto no había terminado de salir de su espanto, cuando justo antes de llegar a la curva, entró tenebrosamente una mano negra y mojada por la ventanilla del chofer y movió el volante lentamente, pero con firmeza, evitando que el vehículo cayera por el abismo. Paralizado por el miedo, sin aliento, cerró sus ojos, se aferró con todas sus fuerzas al asiento, y así, inmóvil e impotente, vió como sucedía lo mismo en cada curva subsiguiente en el largo y angosto camino, siempre una mano negra entraba por la ventanilla y corregía el rumbo. Mientras la lluvia disminuía se vieron algunas luces adelante, el hombre, sacando fuerzas de donde ya no le quedaban, se tiró por la puerta y se fué corriendo hasta encontrar el origen de las luces. Empapado y a punto de un colapso, pensó en tomar un cafe. Entró a un bar que vió abierto y pidió un café bien cargado, y aún temblando del miedo, empezó a contarle a los demás allí presentes la escalofriante experiencia que acababa de vivir. Se hizo un silencio sepulcral, y el miedo se asomó por todos los rincones. Como a los cinco minutos, entraron dos enormes hombres negros, y uno de ellos, luego de observar a todos los presentes, le dijo al otro en tono que no podía disimular la calentura que traía... "¡...Mira Pepe, allí esta el hijue'puta que se subió al auto cuando lo veníamos empujando en plena tormenta...!"

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